domingo, 29 de julio de 2012

Decisiones


En el año 2008, en mi casa sufrimos problemas económicos, puesto que el salario de mis padres no era suficiente como para pagar ciertas deudas que habíamos contraído y como para alimentarnos bien. 

Yo, como hijo mayor, decidí conseguir un oficio que alivianara algo esta difícil situación. Me puse a reciclar cobre, pero era un trabajo tan insoportable que resistí solo dos días y luego lo dejé.
A la semana siguiente, me visitó un amigo a quien saludé:
 -¿Cómo andamos?
-Y…acá estoy...cansado.
-¿Por qué?
-Vengo de trabajar.
-¿En serio? ¿En qué?
-En el golf, como caddie. Es bastante simple: les llevo los palos a viejos con mucho dinero y ellos me dan $10.
-¡Ah! ¿Y siguen necesitando caddies?
-Claro que sí- me aseguró él.
Al otro día, fui al club y hablé con el encargado:
-¡Buenos días, señor!
-¡Buenos días, joven!
-Le vengo a preguntar si necesitan gente para trabajar como caddie.
-Es una changa más, porque hay días en los que se gana bien, pero otros en que no verás ni una moneda.
De todos modos, me decidí y tomé el empleo.
Las primeras semanas había ganado muy poco dinero: tan solo $35. Pero, en vez de desilusionarme, yo estaba feliz porque podía ayudar de algún modo a mi familia.
Así estuve trabajando dos años, hasta que descubrí mi pasión por ese deporte.
Con la ayuda de otro amigo, me decidí a ser socio-jugador. En efecto, este amigo y su abuelo me regalaron en un momento dado $2500 para que yo pudiera pagar mi inscripción al club y, desde entonces hasta el día de hoy, he jugado golf y he llegado a representar a Mendoza en este deporte, a nivel regional.   



Maximiliano Urtubia

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