En el año 2008, en mi casa sufrimos problemas
económicos, puesto que el salario de mis padres no era suficiente como para
pagar ciertas deudas que habíamos contraído y como para alimentarnos bien.
Yo, como hijo mayor, decidí conseguir un oficio que
alivianara algo esta difícil situación. Me puse a reciclar cobre, pero era un
trabajo tan insoportable que resistí solo dos días y luego lo dejé.
A la semana siguiente, me visitó un amigo a quien
saludé:
-¿Cómo
andamos?
-Y…acá estoy...cansado.
-¿Por qué?
-Vengo de trabajar.
-¿En serio? ¿En qué?
-En el golf, como caddie. Es bastante simple: les
llevo los palos a viejos con mucho dinero y ellos me dan $10.
-¡Ah! ¿Y siguen necesitando caddies?
-Claro que sí- me aseguró él.
Al otro día, fui al club y hablé con el encargado:
-¡Buenos días, señor!
-¡Buenos días, joven!
-Le vengo a preguntar si necesitan gente para
trabajar como caddie.
-Es una changa más, porque hay días en los que se
gana bien, pero otros en que no verás ni una moneda.
De todos modos, me decidí y tomé el empleo.
Las primeras semanas había ganado muy poco dinero:
tan solo $35. Pero, en vez de desilusionarme, yo estaba feliz porque podía
ayudar de algún modo a mi familia.
Así estuve trabajando dos años, hasta que descubrí
mi pasión por ese deporte.
Con la ayuda de otro amigo, me decidí a ser
socio-jugador. En efecto, este amigo y su abuelo me regalaron en un momento
dado $2500 para que yo pudiera pagar mi inscripción al club y, desde entonces
hasta el día de hoy, he jugado golf y he llegado a representar a Mendoza en
este deporte, a nivel regional.
Maximiliano Urtubia
No hay comentarios:
Publicar un comentario