Esta
historia comienza en Chalita, una fabella muy conocida de Brasil, donde día a
día cada familia lucha por conseguir el pan de todos los días.
En Brasil los
circuitos de la economía social permiten la subsistencia de millones de
habitantes. El apoyo del gobierno de Brasil a las economías domésticas y a los
emprendimientos autogestionados permitió que entre los años 2001 y 2006
veintisiete millones de brasileños dejaran de ser pobres.
Una información
relevante para destacar la interacción “ayuda estatal-economías domésticas". No
obstante las autoridades del país hermano son conscientes de que aún queda
mucho por hacer lo que no desmerece para nada su logro: casi treinta millones
de brasileños han dejado de ser pobres en los últimos años.
Sin
embargo, no es tan fácil sobrevivir en su interior, ya que en las calles
soleadas y veraneas de febrero es muy difícil esquivarle a las balas
conflictivas. La inseguridad es importante, y vivir allí significa un constante
riesgo.
Todos
los días, ya sea mañana, tarde o noche, son largas las idas a los hospitales de
sus alrededores. No existen las reglas o, si existiesen, igual habría
conflictos en las playas de Brasil a cualquier hora del día y más si en ellas
estaba Alé Junior.
No
es que él fuera el problema de todo, sino que además de buscar venganza,
luchaba mucho por conseguir qué comer y dónde vivir sin importarle las
consecuencias. Él luchaba por su hermano, que vivía huérfano en los interiores
de Chalita, ya que una noche de septiembre sus padres fueron asesinados y
arrojados al mar. Se toparon con Michael, un tipo rudo, difícil de afrontar.
Todos
sus días comenzaban iguales. Se despertaba apenas el sol le reflejaba en la
cara. Era como un tipo de despertador levantarse diariamente de esta forma
justo cuando daban las seis y el sol empezaba ya a asomarse.
Se
levantaba, lavaba sus dientes, tomaba un baño, se cambiaba, todo a su tiempo.
Desayunaba lo que había conseguido el día anterior, más específicamente, pan
con algo de leche. Todo esto era sin dudarlo usurpado de algún mercado de la
zona.
Después
de todo esto, y sin quedar satisfecho, salía por más comida. Salía en la
bicicleta rota y algo deteriorada que su hermano Amilton Junior le había
comprado para su cumpleaños número dieciocho, hacía ya dos años. Amilton
trabajaba en una panadería, que era también mercado, pero recibía una miseria
de paga y no le alcanzaba para ambos, ni siquiera para él.
Los
hermanos Junior eran como agua y aceite, tan diferentes que asustaba. Alé quería
venganza y todo lo que hacía era para conseguirla. En cambio Amilton, quería
que todo se terminara y se hiciera justicia. Pero era casi imposible y lo
sabía. Él pensaba de esa forma debido al
lugar marginal de donde provenían.
En
Chalita, sus padres habían sido víctimas del tan temido Michael. Víctimas,
porque ellos sí eran buenas personas y
trabajadores.
Alé
sólo quería que, por una vez en toda su vida, lo que estaba tratando de hacer
sirviera para poder dormir en paz. Que Dios y todos los santos los perdonaran,
pero sus padres era lo que él mas amaba en la vida y Michael se los arrebató.
El
mayor de los Junior, estuvo planeando la venganza. Desde esa noche donde perdió
todo, todo lo que realmente amaba. Además de perder a sus padres, también
perdió el control y se volvió muy obsesivo por poder conseguir lo que quería.
Anteriormente,
él trabajaba como voluntario en un hospital, ayudando a recibir a las personas
que venían con heridas de balas. Daba todo por tratar de ayudar y rezaba cada
día para que nunca apareciera su familia en una situación como se encontraban
las personas que llegaban allí. En otras palabras Alé era uno de los miles de
jóvenes que trabajan como voluntarios para reconstruir la economía de Brasil
hasta que la desgracia del delito llegó a su familia quien la sufrió en
condición de víctima. Y, ahora, Alé planeaba cautelosamente su venganza para
transformarse de víctima a victimario, en un sistema económica donde las
mayorías populares son víctimas de los desaciertos en los que incurre la clase
dirigente y de la ambición desmedida de los propietarios de las mega empresas y
los bancos, estos últimos los legítimos victimarios de las desigualdades en el
sistema global.
Ahora,
él salía cada día en búsqueda del mafioso, y a la vez conocido Michael. Era
parte del mercado negro, donde se encargaba de vender drogas y al tráfico de
personas en toda la zona Norte. Era demasiado difícil encontrarlo y su gente
era muy peligrosa como para meterse con ella.
Con
todos estos puntos en contra, Alé quería no solo matarlo dramáticamente, sino
también robarse todo el dinero que supuestamente los señores Junior le habían
robado. Quería escaparse bien lejos con su hermano, y poder darle todo lo que
sus padres nunca pudieron ofrecerle, ya que cuando ellos murieron, Amilton era
sólo un bebé.
Una
noche de febrero, ideó el plan perfecto. Sabía que cada primer jueves del mes,
Michael regresaba a su casa a medianoche con todo el dinero que había juntado
el mes anterior. Guardaba todo en su caja fuerte tan rápido como podía y se
servía un café para no dormir por toda la noche y contar su dinero.
Alé
lo estaría esperando dentro de su casa y lo asesinaría al instante con la
navaja que el mismo les había robado a unos niños para defenderse. Tenía que
ser sumamente silencioso y algo cuidadoso para no dejar rastro alguno, sino su
gente lo encontrarían y seria cortado en millones de pedacitos.
El
plan estaba en marcha. Ese jueves de abril, por la tarde, haría vigilancia y
entraría a su casa, tratando de no dejar rastros. Así fue como todo iba
perfecto, pero Michael nunca llegó.
Pasaron
horas, con ellas la madrugada, y él nunca apareció. Entonces Alé decidió buscar
la famosa caja fuerte, para que cuando llegara el mafioso no tuviera nada y
muriera igualmente de un ataque al corazón. Se había salvado de la muerte en
varias ocasiones y sufría de presión muy elevada.
Por
fin encontró lo que buscaba, cinco millones de reales, exactamente, escondidos
detrás del cuadro. Alé los tomó y se fue. Amilton no durmió en toda la noche
esperándolo preocupado en su casa, porque le llegó el rumor de que Michael
habría sido asesinado. El primer pensamiento que se le vino a la cabeza, era el
de su hermano tratando de conseguir algo de justicia. La gente de Michael pedía
recompensa si alguien sabía algo.
Nunca
desconfiaron de él. Se marcharon juntos al norte, compraron un avión privado y
una mansión frente a la playa. Nada volvería ya a ser igual y él viviría por
siempre en paz, ya que él nunca mató, sino que el mismo cosechó lo que sembró. También
pensaba que el dinero le daría algo de paz, y algo porque vivir junto a su
hermano.
A
partir de ese cambio de vida el gran desafío para los hermanos Junior era no
dejarse tentar por las licenciosas tentaciones que una gran fortuna le ofrece a
cualquier persona. Sino que era su deber y su responsabilidad honrar el buen
nombre de sus padres y ayudar a los que menos tenían a través de donaciones y
financiamientos a los sectores carenciados del Brasil de manera que muchas
familias vulnerables económica y socialmente tuvieran un recurso genuino a
partir de su trabajo y no tuvieran que delinquir para “comer un día más”. De
esta forma nunca olvidarían cuál era su origen: el de una familia muy humilde,
a la vez que podrían ver sus realizaciones en las sonrisas de muchos jóvenes
que, gracias a tener padres con empleo, encontrarían en el fondo de trabajo de
una unidad doméstica la mejor forma de aplicar su tiempo libre.
Mariana Carocio-Escuela Normal - 5º4º- -2012 © all rights reserved