Eran las seis de la tarde de
un día martes, cuando Valeria y Valentín se encontraban en la fábrica de salsa
que habían construido con su familia.
Llevaban
aproximadamente medio día tratando de arreglar una de las máquinas que se había trabado durante el proceso de
tapado de las botellas con salsa.
Luego
de unas horas de trabajo, Valeria pudo observar que era imposible arreglar una
máquina de tal tamaño solamente con su hermano, por lo que decidió pedirle a su
padre que llamara a un especialista.
Ramón
el padre de ambos hermanos, llegó a la fábrica luego de una hora de viaje, ya
que la familia vivía a cuarenta y cinco kilómetros del lugar.
Al
llegar, encontró a Valeria y a Valentín dormidos al lado de la defectuosa
máquina. Cuando se acercó para despertarlos notó que no era solo una de las
máquinas que no funcionaba, sino todas.
Al
encontrarse en esta situación despertó de forma alarmante a sus dos hijos
bombardeándolos con preguntas. Los hermanos se levantaron del piso e intentaron
tranquilizar a Ramón.
Una
vez que él se sentó y tomó un poco de
agua, miró fijo el rostro de sus hijos y se dio cuenta que debía comunicarles
el motivo de su alboroto. Lo que sucedía era que la fábrica iba camino a la
quiebra, por lo que el dinero no alcanzaba para reparar dicha cantidad de
máquinas.
Valeria
y Valentín, al enterarse de esta noticia, quedaron paralizados. Valentín se
sentó en un rincón y mientras se agarraba la cabeza, se preguntaba en voz baja,
¿por qué a nosotros?
Valentina,
en cambio, tomó la mano de su padre y le dijo:
-No te preocupes papá, vamos a salir adelante todos
juntos. Luego de un momento cada uno tomó sus cosas y emprendieron el camino
a su casa.
Al llegar a su hogar, Ramón y los dos hermanos decidieron
que era necesario contarle dicha situación a Olivia, su madre. Ella los
sorprendió porque que tomó la noticia con mucha calma, ya que estaba segura de
que saldrían de ese problema como habían hecho siempre.
Al
día siguiente, la familia se levantó
bien temprano y decidió idear un plan para poder sacar su fábrica adelante. De
esta forma acordaron repartir tareas que llevarían a cabo de forma individual.
Valeria
estaba encargada de ir al pueblo y buscar sponsors que estuvieran de acuerdo en
donar dinero y, a cambio de esto, Ramón ofrecía ponerle a su fábrica el nombre
que el proveedor quisiera.
Valentín
debía comunicar a todos los obreros de la fábrica el cierre temporal de la
misma y los motivos. Pero él, por su cuenta, decidió ofrecer a algunos de los
trabajadores más allegados a la familia -que eran personas de una clase social
baja - que los ayudaran a su padre y a él a reparar las máquinas. Ellos les
ofrecerían las deliciosas comidas caseras de su madre todos los días.
El
ingenioso plan de Valentín funcionó, por lo que Ramón y Olivia ya tenían
entonces sus tareas asignadas. Durante un mes, el padre, el hijo y algunos
obreros trabajaron en la reparación de la fábrica.
Valeria
en cambio no había tenido éxito en cuanto a su tarea, pero de todas maneras no
perdía la fe y seguía insistiendo. Durante un mes se levantaba temprano e iba
al pueblo a buscar algún interesado que quisiera donar el dinero necesario,
para que la familia pudiera comprar el material para volver a producir salsa,
cuando estuvieran reparadas las máquinas.
Una
mañana, Valeria decidió despertarse más temprano de lo habitual y salir a
recorrer otros pueblos. Esta vez fue a Tunuyán y luego de andar por las calles
y buscar negocios que escucharan su propuesta, estaba cansada de tanto caminar,
llegó a un restaurante donde decidió sentarse a descansar y a comer algo.
Entró
al lugar y se sentó junto a la barra donde fue atendida por un joven mozo. Lo
que ella ignoraba era que el muchacho era el hijo del dueño. Valeria miró el menú
y pidió solo una porción de pizza, el joven la miró y le dijo que podía elegir
cualquier cosa del menú que no llevara como ingrediente salsa de tomate, ya que
el negocio no contaba con un proveedor que los abasteciera con ese insumo.
Valeria
saltó de felicidad y le dijo que su familia tenía una fábrica de salsa que
había ido a la quiebra, pero para recuperarla necesitaban de alguien que les
donara cierta suma de dinero y así podrían comprar nuevos materiales para
volver a producir. El joven entusiasmado llamó a su padre y le comentó la
situación.
Gabriel,
el dueño del restaurante, se emocionó al escuchar tal historia y decidió donar
el dinero para los materiales, por lo que la fábrica pudo volver a producir
como lo había hecho en otros tiempos.
Luego de un mes de
arduo trabajo, el restaurante de Gabriel vendió más que nunca y sus deliciosas
pizzas se hicieron famosas en el pueblo. Por lo que, la fábrica de la familia
Guzmán se hizo muy popular y requerida por una gran cantidad de vendedores y
consumidores.
A partir de ese
momento la familia nunca dejó de trabajar e inició una cultura del ahorro para
adquirir en el mediano o largo plazo nuevas fábricas que le permitieran una
mayor economía de escala y, en consecuencia, una mayor producción a menores
costos
Además
ofreció nuevos puestos de trabajo a personas necesitadas, ya
que ellos habían estado alguna vez en esa situación y sabían lo que se sentía,
por eso querían demostrarle al mundo que el esfuerzo propio vale mucho.
La
vinculación entre la fábrica de salsa y el negocio dedicado al servicio de
restaurante dan muestra del enorme potencial que las redes de la economía
social permiten a las pequeñas y medianas empresas. A través de compartir
sueños y objetivos comunes, en otras palabras una visión de futuro, diferentes
emprendimientos económicos pueden aunar sus esfuerzos para palear la crisis
económica y lograr no sólo mantenerse sino también crecer de a poco en un
mercado que cambia de manera vertiginosa y con el cual las empresas deben estar
muy atentas para aprovechar este tipo de oportunidades como la que se le
presentó a la familia Guzmán merced al denodado esfuerzo de Valeria cuyo
trabajo fue muy valorado por su familia y además quedaría inscripto en la
historia económica de este pequeño emprendimiento familiar.
Celina Bullaude-Escuela Normal - 5º4º- -2012 © all rights reserved
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