Era
una mañana muy fría del mes de Julio, el sol apenas daba sus primeros rayos de
luz y en el edificio Castell los hermanos Juan y Esteban Tormo, se levantaban
muy temprano para ir a su trabajo.
Ellos
trabajaban en una empresa de lácteos desde hace tres años. Su horario de
entrada era a las ocho y media, y su horario de salida a las nueve y media de
la noche. Después de salir, para llegar
a su casa nuevamente, se tomaban el ómnibus.
Todos
los días sus rutinas eran las mismas, levantados muy temprano, se bañaba
primero Juan y después Esteban, desayunaban y se iban a trabajar, excepto los
domingos que era su día de descanso. Siempre disfrutaban del viaje cotidiano a la
empresa contándose chistes o anécdotas
de cada uno de ellos.
Al
llegar les asignaban una tarea diferente, unos hacían algo por un lado y otros
por otro. El reparto de la producción era la tarea más codiciada de los
empleados ya que era lo más emocionante, porque a todos les encantaba viajar.
Esa
mañana le tocó a Juan el reparto. Él era viudo, oriundo de Santa Cruz donde su
familia había perecido en un accidente. Su esposa María Sosa y sus dos hijas
Carlita y Cintia, las tres fallecidas, eran el único recuerdo de su provincia
natal. Quedó muy deprimido por esa enorme pérdida pero con el paso del tiempo
se fue recuperando. Fue asistido con rehabilitación porque se había quebrado
una pierna y se había fracturado un brazo en aquella terrible noche en la que
perdió a sus seres queridos.
La
parte más difícil de la recuperación no fueron las heridas de sus extremidades
sino el desgarro del corazón por perder a su familia. Desde
ese momento se fue a vivir con su hermano Eduardo, de Buenos Aires. Era soltero,
le gustaba salir y gastar demasiada plata en las fiestas. Pero sus salidas y
gustos licenciosos no le había sustraído el cariño por Juan, a quien recibió
con una sensación contrariada de alegría y tristeza a la vez, por todo lo que
le había pasado a su familia.
Se
ayudaban mutuamente, era muy unidos, donde iba uno iba el otro. Así
consiguieron entrar en la misma empresa. Compartían muchas cosas y el cariño y
afecto que se tenían el uno por el otro era notorio.
Durante
el reparto de lácteos, Juan se dio cuenta que no habían lugares que no les compraban
ya los productos y le dijo al dueño que ese día no habían tenido muchos
pedidos. Mucha importancia no le dieron ya que siempre vendían se olvidaban del
dinamismo en los mercados globales en los cuales de un día para el otro la
demanda cambia de gustos o preferencias y los productores quiebran sin más.
A
la semana siguiente, el reparto estuvo a cargo de Eduardo, tuvo menos suerte
que su propio hermano Juan. Y al llegar se lo comunicó al jefe.
Así
fue pasando el tiempo y el jefe de la empresa llamado Daniel Carl, empezó a
despedir a algunos empleados ya que no vendían y nadie llamaba haciendo
pedidos. Esto llegó a su fin, la empresa Castell quebró y todos sus empleados
fueron cesanteados.
Fue
muy doloroso para los hermanos Tormo ya que se habían encariñado mucho con sus
compañeros y el trabajo. Además de ser desempleados ya no tenían un peso porque
nunca ahorraron en su vida, se lo gastaban en tonterías y se quedaron en la
pobreza total. Porque
no tenían plata para pagar el alquiler del edificio, porque vivían en uno de
buena calidad, cayeron a la calle sin nada. Eduardo pedía comida o alguna
limosna a las personas que pasaban, mientras que Juan busca empleo por todos
lados, hacia lo que podía para no estar en la calle.
Y decía:
-Ya perdí a mi familia una vez y no quiero
perder a mi hermano por falta de trabajo y mucha hambre.
En
las noches oscuras, frías y muy silenciosas, los hermanos asustados, con
hambre, sucios, con ropa vieja y rota, tapados con cartones lloraban recordando
cómo había sido su vida antes de que su empresa en la cual trabajaban quebrara.
Fueron días terribles y de mucha tristeza los que pasaron.
Lo
bueno era que se tenían el uno al otro y no estaban solos. Pensaban mucho en cómo
conseguir trabajo, andaban por todos lados ofreciendo sus servicios de albañilería,
zapatería, etcétera, pero no tuvieron suerte.
Entonces
la misma gente de la calle, al verlos angustiados y a la intemperie, los
ayudaron y les convidaron lo poco que tenían comida. Los hermanos desocupados y
desamparados estuvieron muy agradecidos con esas personas, vieron y sintieron
lo que muchas personas vivían todos los días y la cantidad que son por familia.
Hicieron
amistades con los que los ayudaron y trabajaban haciendo trabajos esporádicos,
hasta tener suerte y conseguir un trabajo fijo.
Un
día hermoso, soleado y tranquilo, Juan se cruzó con un hombre al que le están
robando. Sale tras el ladrón y lo agarra, llaman a la policía y se lo lleva.
Este hombre, al cual le estaban robando era el dueño de muchas empresas y
fincas, una persona a la que sin duda no le faltaban recursos materiales.
Muy
agradecido con Juan le consulto acerca de cómo podía compensarlo. Juan humildemente
y con un poco de vergüenza le pidió trabajo para él y su hermano Eduardo.El
hombre sin pensarlo les ofreció empleo. De esta manera los hermanos Tormo comenzaron
a reacomodar sus vidas y, al menos, ya tenían un lugar donde vivir como caseros
de una de las fincas de su agradecido defendido.
Con lo que ganaban en su nuevo
empleo empezaron a ahorrar. Todas las semanas iban y les llevaban comida a las
personas pobres y desocupadas de las calles. Como los ayudaron tanto, ellos
hicieron lo mismo. Con el pasar de los años cada uno de los hermanos armaron
sendas parejas. Eduardo rehízo su vida nuevamente y Juan comenzó una nueva, ya
que fruto de su nuevo amor, nacieron mellizos.
Los
hermanos Tormo fueron felices con sus familias y muy unidos ya que vivieron
momentos difíciles en sus vidas, pero siguieron adelante y ayudando a quienes
necesitan una nueva oportunidad para insertarse en la sociedad y poder
participar de ella con un proyecto de vida digno de ser vivida.
Natalia Arias - Escuela Normal - 5º4º- -2012 © all rights reserved
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