domingo, 30 de septiembre de 2012

Siempre seguiremos hacia delante



Era una mañana muy fría del mes de Julio, el sol apenas daba sus primeros rayos de luz y en el edificio Castell los hermanos Juan y Esteban Tormo, se levantaban muy temprano para ir a su trabajo.

Ellos trabajaban en una empresa de lácteos desde hace tres años. Su horario de entrada era a las ocho y media, y su horario de salida a las nueve y media de la noche. Después de salir,  para llegar a su casa nuevamente, se tomaban el ómnibus.


Todos los días sus rutinas eran las mismas, levantados muy temprano, se bañaba primero Juan y después Esteban, desayunaban y se iban a trabajar, excepto los domingos que era su día de descanso. Siempre disfrutaban del viaje cotidiano a la empresa  contándose chistes o anécdotas de cada uno de ellos.

Al llegar les asignaban una tarea diferente, unos hacían algo por un lado y otros por otro. El reparto de la producción era la tarea más codiciada de los empleados ya que era lo más emocionante, porque a todos les encantaba viajar.



Esa mañana le tocó a Juan el reparto. Él era viudo, oriundo de Santa Cruz donde su familia había perecido en un accidente. Su esposa María Sosa y sus dos hijas Carlita y Cintia, las tres fallecidas, eran el único recuerdo de su provincia natal. Quedó muy deprimido por esa enorme pérdida pero con el paso del tiempo se fue recuperando. Fue asistido con rehabilitación porque se había quebrado una pierna y se había fracturado un brazo en aquella terrible noche en la que perdió a sus seres queridos.

La parte más difícil de la recuperación no fueron las heridas de sus extremidades sino el desgarro del corazón por perder a su familia. Desde ese momento se fue a vivir con su hermano Eduardo, de Buenos Aires. Era soltero, le gustaba salir y gastar demasiada plata en las fiestas. Pero sus salidas y gustos licenciosos no le había sustraído el cariño por Juan, a quien recibió con una sensación contrariada de alegría y tristeza a la vez, por todo lo que le había pasado a su familia.

Se ayudaban mutuamente, era muy unidos, donde iba uno iba el otro. Así consiguieron entrar en la misma empresa. Compartían muchas cosas y el cariño y afecto que se tenían el uno por el otro era notorio.

Durante el reparto de lácteos, Juan se dio cuenta que no habían lugares que no les compraban ya los productos y le dijo al dueño que ese día no habían tenido muchos pedidos. Mucha importancia no le dieron ya que siempre vendían se olvidaban del dinamismo en los mercados globales en los cuales de un día para el otro la demanda cambia de gustos o preferencias y los productores quiebran sin más. 



A la semana siguiente, el reparto estuvo a cargo de Eduardo, tuvo menos suerte que su propio hermano Juan. Y al llegar se lo comunicó al jefe.

Así fue pasando el tiempo y el jefe de la empresa llamado Daniel Carl, empezó a despedir a algunos empleados ya que no vendían y nadie llamaba haciendo pedidos. Esto llegó a su fin, la empresa Castell quebró y todos sus empleados fueron cesanteados.


Fue muy doloroso para los hermanos Tormo ya que se habían encariñado mucho con sus compañeros y el trabajo. Además de ser desempleados ya no tenían un peso porque nunca ahorraron en su vida, se lo gastaban en tonterías y se quedaron en la pobreza total. Porque no tenían plata para pagar el alquiler del edificio, porque vivían en uno de buena calidad, cayeron a la calle sin nada. Eduardo pedía comida o alguna limosna a las personas que pasaban, mientras que Juan busca empleo por todos lados, hacia lo que podía para no estar en la calle. 

 Y decía:
 -Ya perdí a mi familia una vez y no quiero perder a mi hermano por falta de trabajo y mucha hambre.

En las noches oscuras, frías y muy silenciosas, los hermanos asustados, con hambre, sucios, con ropa vieja y rota, tapados con cartones lloraban recordando cómo había sido su vida antes de que su empresa en la cual trabajaban quebrara. Fueron días terribles y de mucha tristeza los que pasaron.


Lo bueno era que se tenían el uno al otro y no estaban solos. Pensaban mucho en cómo conseguir trabajo, andaban por todos lados ofreciendo sus servicios de albañilería, zapatería, etcétera, pero no tuvieron suerte.



Entonces la misma gente de la calle, al verlos angustiados y a la intemperie, los ayudaron y les convidaron lo poco que tenían comida. Los hermanos desocupados y desamparados estuvieron muy agradecidos con esas personas, vieron y sintieron lo que muchas personas vivían todos los días y la cantidad que son por familia.

Hicieron amistades con los que los ayudaron y trabajaban haciendo trabajos esporádicos, hasta tener suerte y conseguir un trabajo fijo.

Un día hermoso, soleado y tranquilo, Juan se cruzó con un hombre al que le están robando. Sale tras el ladrón y lo agarra, llaman a la policía y se lo lleva. Este hombre, al cual le estaban robando era el dueño de muchas empresas y fincas, una persona a la que sin duda no le faltaban recursos materiales.


Muy agradecido con Juan le consulto acerca de cómo podía compensarlo. Juan humildemente y con un poco de vergüenza le pidió trabajo para él y su hermano Eduardo.El hombre sin pensarlo les ofreció empleo. De esta manera los hermanos Tormo comenzaron a reacomodar sus vidas y, al menos, ya tenían un lugar donde vivir como caseros de una de las fincas de su agradecido defendido.


Con lo que ganaban en su nuevo empleo empezaron a ahorrar. Todas las semanas iban y les llevaban comida a las personas pobres y desocupadas de las calles. Como los ayudaron tanto, ellos hicieron lo mismo. Con el pasar de los años cada uno de los hermanos armaron sendas parejas. Eduardo rehízo su vida nuevamente y Juan comenzó una nueva, ya que fruto de su nuevo amor, nacieron mellizos.


Los hermanos Tormo fueron felices con sus familias y muy unidos ya que vivieron momentos difíciles en sus vidas, pero siguieron adelante y ayudando a quienes necesitan una nueva oportunidad para insertarse en la sociedad y poder participar de ella con un proyecto de vida digno de ser vivida.


Natalia Arias - Escuela Normal - 5º4º-  -2012 © all rights reserved

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