martes, 11 de diciembre de 2012

DE MENDIGO A EMPLEADO



Todo comenzó una noche de lluvia, el cielo estaba repleto de nubes grises. Los truenos sonaban como el estallar de una bomba y los relámpagos iluminaban mi choza de manera tal que se me cegaban los ojos. Los efectos de la redistribución estatal para con los más humildes aún no llegaba a la puerta de mi morada.  La inclemencia y la vulnerabilidad social y económica me azotaban tanto o más que este temporal.
 
El viento se tornaba cada vez más fuerte. Soplaba tanto que las chapas se estremecían como mi alma sabiendo que no podía evitar lo inevitable. Desde niño creí que mi pobreza era un designio inevitable, un destino fatalista del positivismo más extremo del cual no podría escapar como no podía hacerlo de este frío que empañaba los vidrios de la pequeña ventana haciendo imposible mi vista al triste paisaje.
        
Mi choza estaba ubicada al pie de las montañas, rodeada de árboles cuyas ramas rozaban sin cesar mi humilde construcción. La lluvia era cada vez más intensa y la inundación comenzaba a aparecer.
         
El agua entraba por mi puerta y por cada rincón de las chapas que apenas se podían mantener. Lo  poco que tenía fue perdiendo su equilibrio, la corriente con barro arrastró todo lo que tenía, mi pequeño y sencillo hogar. Pasado el aluvión pensaba en cuántas cosas habían perdido el equilibrio en este planeta, y de qué manera la balanza se seguía inclinando en favor de los que más tenían en detrimento de nosotros, los humildes y sin oportunidades.
     
Ya no había nada que hacer. Mi nuevo techo eran el sol, la luna y las estrellas. Debía enfrentar al frio, el calor, la sed y el hambre.


     
En esos días de frío mi cuerpo se entumecía hasta llegar a lo profundo de mis huesos. Mis dientes chocaban entre sí tantas veces de tal manera que hacían un sonido insoportable.
     
En los días de calor, los rayos del sol penetraban en mi descuidada piel provocándome un dolor enorme. Extrañaba tanto mi choza, que llegaba a alucinar estar en ella. No era una solución habitacional pero era mi hábitat, y en ella estaba reflejada mi identidad.
       
La gente afortunada que contaba con techo y recursos para satisfacer sus necesidades me ignoraba. Sus ojos me esquivaban como si yo fuera un objeto más de la ciudad o un peligro debido a los andrajos que hacían las veces de mi distinguida indumentaria.
     
Viví y aprendí muchas cosas en la calle, conocí gente que pasaba por mi misma situación y la resolvían robando a otras personas. Ni siquiera eso valoraron de mí. A pesar de mi triste situación tenía mis principios, fui fuerte y nunca caí en la tentación de querer robar.
  
Cada día luchaba para llenarme un poco el vientre. ¿Quién se acordaba del principio de la reproducción ampliada de la vida? ¿Es que sólo era parte del discurso de un profesor? ¿O el mero contenido de un librito de economía social? Lo que yo conseguía y consumía como comida, quizás era basura para otra gente. Metía mis manos en ella sin importar lo que dijeran los que miraban. Yo solamente buscaba algo para calmar mi inmensa fatiga y el hambre voraz que sentía. Así, de esa manera precaria y primitiva lograba  mi supervivencia.
       
En unos de esos días en los que mis travesías para conseguir alimento eran eternas, me encontré un maletín. Era grande, de color negro y muy pesado. Miré a mis alrededores y la gente pasaba como si nada importara. Me fui lejos de ellos, a una plaza cercana del lugar. Mis ojos brillaban y mi corazón latía cada vez más fuerte, pensando en lo que podría tener ese misterioso maletín. La curiosidad me mataba y el cierre de este maletín brillaba atractivamente.
         
Me decidí por abrirlo, al ver lo que tenía dentro, quedé en estado de shock. Mi mente quedó en blanco y mi corazón latía tan fuerte que golpeaba mi pecho sin cesar. Era dinero. Más dinero del que jamás había visto en mi corta vida. En ese momento mi cabeza empezó a pensar. Me imaginaba en una casa hermosa, con baño, una heladera llena de verdadera comida, un cuarto con una formidable cama y un placar lleno de ropa y abrigos muy bonitos.




 Pero no era mío. Y si algo no había podido robarme el injusto sistema en el que vivía eran mi dignidad y mis valores.
   
Todo lo que había imaginado se desmoronó como mi querida choza pero lejos de sentirme con la moral baja, con la frente en alto me dirigí en búsqueda del descuidado dueño de tanto dinero. Debía ubicar a quien seguramente estaba muy preocupado por lo que  había extraviado.
  
Emprendí mi viaje en busca de quien había perdido ese tesoro, no me resultó muy difícil encontrarlo. A pocas cuadras de la plaza había un señor de traje, muy bien vestido que parecía un empresario. Se lo veía  muy nervioso preguntando por el maletín que yo me había encontrado. Me acerqué y se lo devolví.
          
Yo, decidido a seguir con mi triste vida, comencé mi viaje diario en busca de comida y de repente oí un grito diciendo: ¡Espere, hombre! Me di vuelta y ahí estaba el señor al que le había entregado el maletín. Se acercó a mí y me miró a los ojos. Casi sentí su alma observando a la mía, sus ojos se llenaron de lágrimas, largó una sonrisa y me abrazó diciendo: ¡Gracias, muchísimas gracias, mendigo! Te voy a recompensar…
           
Jamás podría suponer el cambio que ocurriría en mi vida a partir de ese momento. Me fui con el hombre del maletín. Él era el dueño de una gran fábrica de pastas. Comenzó a capacitarme para trabajar en ese gran edificio donde cientos de hombres trabajaban. El hambre comenzó a desaparecer ya que tenía la opción de que todas las mañanas almorzara junto a Henry, el hombre del maletín, el plato de la pasta que se me antojara. Las interminables e incómodas noches de frío se terminaron, ya que con mi trabajo conseguí una cómoda habitación a pocas cuadras de la fábrica.
       
Esta historia me dejó una gran enseñanza de vida. Aprendí que aunque esté en situaciones críticas, nunca debo perder mis valores. También sé que toda mi vida tuve una gran riqueza, ella no es material sino que se encuentra dentro de mí.




 Sebastián Sosa-Escuela Normal - 5º4º-  -2012 © all rights reserved

No hay comentarios:

Publicar un comentario