jueves, 27 de septiembre de 2012

La difícil búsqueda



Era de madrugada, y el sol no comenzaba a dejar ver sus primeros y débiles rayos. Aunque la habitación de Tiziano permanecía oscura, se acercaba la hora de levantarse.
El reloj marcaba las cinco y cincuenta y nueve de la mañana, estaba a punto de comenzar otro largo día por recorrer. Los segundos pasaban y Tiziano disfrutaba, inconscientemente, de sus últimos instantes de descanso.

La habitación continuaba oscura y no había señales de que los rayos del sol pudieran entrar por la ventana, abierta, que estaba frente de su cama.
Por fin sonó el despertador, pero Tiziano no percibió el estruendoso sonido de su alarma. Hasta que una ráfaga de viento, que abrió de par en par la ventana, llegó hasta su cara y lo despertó.
Mientras tomaba fuerzas y ánimo para levantarse, volvió a sonar el despertador. Habían pasado ya varios minutos, miró la hora y eran las seis y cuarto.

Una vez recobradas las fuerzas, tomó impulso y logró levantarse. Se vestía lentamente, pensando si hoy sería el día esperado.
Se sentó a desayunar -lo mismo de todas las mañanas- una taza de té y un bollo de pan del día anterior, si es que había.


La idea de que no tenía trabajo y de que pronto llegaría el momento de pagar el alquiler, lo tenía muy preocupado. No había otra cosa que pasara por su mente más que el modo de conseguir dinero, porque lo necesitaba.
Se decidió a salir, tomó su mochila y emprendió el difícil viaje que hacía diariamente, en busca de trabajo. Lo que sentía, era una gran desesperación porque no tenía cómo pagar sus deudas, el alquiler, sus gastos personales y los de su casa.
Al salir de su casa y notar que corría un aire realmente frío, miró al cielo y viendo una capa espesa y gris de nubes, que lo cubría, decidió volver a buscar su abrigo y un paraguas para resguardarse de la lluvia.


Ya no faltaba nada más. Comenzó a caminar por la solitaria calle de su barrio, buscó en sus bolsillos unas pocas monedas para el colectivo y se sorprendió al ver que tenía justo para pagar un pasaje.
La economía doméstica de su hogar no alcanzaba para más. Eran escasos los recursos con los que contaba su familia y estos acentuaban su condición con el paso de los días. La economía doméstica de Tiziano no era diferente de la millones de personas en el planeta cuya mano de obra se ha transformado en un excedente para el sistema global. Paulatina y progresivamente el trabajo del hombre es sustituido por la tecnología. Las máquinas no sienten pero los humanos nos conmovemos si vemos a nuestros seres queridos con necesidades. Esa era la situación de Tiziano, desempleado y sin experiencia. 

Se fijó en su mochila, sacó uno de los tantos diarios que guardaba en ella, observó una vez más los clasificados de trabajos que había encerrado en unos círculos y los que ya había tachado.

 Nunca había sido tan difícil para un chico de veinticinco años conseguir trabajo. Lo que sí era difícil era que le dieran oportunidad de tener un buen trabajo a un joven con escasa experiencia y con solo unos pocos años de escuela. Él, apenas había terminado el cuarto año de la secundaria, y no tenía experiencia en otros trabajos.
A pesar de eso Tiziano, siguió su camino hacia la parada del colectivo. Cuando le faltaban tan solo unos pocos metros de llegar, pudo ver que se acercaba el micro, apresuró sus pasos y logró subir.
Echó, una por una, las monedas y se sentó. Conectó sus auriculares, y se dispuso a observar el frío y gris paisaje que le ofrecía el recorrido.


Al llegar a destino, decidió ir por uno de los trabajos que había marcado en el diario, encerrando en círculos de color rojo con un fibrón. Se trataba de un simple puesto de repartidor, en una pequeña rotisería. Nada complicado como para necesitar experiencia, pensó.
Entró confiado de que conseguiría el trabajo, pero su ilusión se desmoronó, cuando el hombre, que se encontraba detrás del mostrador, le comunicó que el puesto ya había sido tomado.
Con menos ganas, Tiziano, continuó su camino. El tiempo pasó, se hizo la hora del almuerzo, pero como sabía que en su casa no habría nada para comer, optó por quedarse caminando por allí.
Así se pasó la tarde. Ya estaba cansado y la búsqueda de trabajo no había dado buenos resultados. Como ya no tenía monedas para el pasaje, tuvo que volver a su casa caminando.
Mientras iba de regreso, pasó cerca de la casa de un amigo y decidió ir a saludarlo para distraerse de esos pensamientos que tanto lo preocupaban. Comenzaron a charlar y Tiziano le contó su situación, y la necesidad que tenía que conseguir un trabajo.
Cuando su amigo escuchó el relato y notó su desesperación, se acordó y le comentó algo: hacía poco tiempo, un tío de él, había comenzado a trabajar en una distribuidora de frutas y verduras y, por la gran demanda que presentaban, necesitaban más personal.
Tiziano se alegró al escuchar eso, y no dudó en pedirle a su amigo que lo ayudara a conseguir ese trabajo. El muchacho habló con su tío, y acordaron que el día siguiente iría a presentarse.


  Nuestra economía regional aún demanda mano de obra no robotizada para muchas tareas. Afortunadamente muchos jóvenes como Tiziano podrán conseguir trabajo en el ramo de la frutihorticultura si es que este sector de la economía no deja de contar con el apoyo de las autoridades estatales. Es muy importante el desarrollo de los emprendimientos y el apoyo a las empresas dedicadas a actividades con ventajas comparativas tales como las que desarrolla el nuevo patrón de Tiziano.
Finalmente llegó el día, se presentó, el jefe de la distribuidora, conforme con su disposición, lo aceptó y le pidió empezar lo antes posible, ya que lo necesitaban. Gracias a ese trabajo, Tiziano, pudo cumplir con sus responsabilidades.
  Valoró lo importante que era el empleo en la vida de un joven de su edad, y comprendió que siempre había una salida disponible en los momentos críticos de la existencia. 


Natalia Aracena - Escuela Normal Tomás Godoy Cruz - 5º4º - 2012 © all rights reserved

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