Era
de madrugada, y el sol no comenzaba a dejar ver sus primeros y débiles rayos.
Aunque la habitación de Tiziano permanecía oscura, se acercaba la hora de
levantarse.
El
reloj marcaba las cinco y cincuenta y nueve de la mañana, estaba a punto de
comenzar otro largo día por recorrer. Los segundos pasaban y Tiziano
disfrutaba, inconscientemente, de sus últimos instantes de descanso.
La
habitación continuaba oscura y no había señales de que los rayos del sol
pudieran entrar por la ventana, abierta, que estaba frente de su cama.
Por
fin sonó el despertador, pero Tiziano no percibió el estruendoso sonido de su
alarma. Hasta que una ráfaga de viento, que abrió de par en par la ventana,
llegó hasta su cara y lo despertó.
Mientras
tomaba fuerzas y ánimo para levantarse, volvió a sonar el despertador. Habían
pasado ya varios minutos, miró la hora y eran las seis y cuarto.
Una
vez recobradas las fuerzas, tomó impulso y logró levantarse. Se vestía
lentamente, pensando si hoy sería el día esperado.
Se
sentó a desayunar -lo mismo de todas las mañanas- una taza de té y un bollo de
pan del día anterior, si es que había.
La
idea de que no tenía trabajo y de que pronto llegaría el momento de pagar el
alquiler, lo tenía muy preocupado. No había otra cosa que pasara por su mente
más que el modo de conseguir dinero, porque lo necesitaba.
Se
decidió a salir, tomó su mochila y emprendió el difícil viaje que hacía
diariamente, en busca de trabajo. Lo que sentía, era una gran desesperación
porque no tenía cómo pagar sus deudas, el alquiler, sus gastos personales y los
de su casa.
Al
salir de su casa y notar que corría un aire realmente frío, miró al cielo y
viendo una capa espesa y gris de nubes, que lo cubría, decidió volver a buscar
su abrigo y un paraguas para resguardarse de la lluvia.
Ya
no faltaba nada más. Comenzó a caminar por la solitaria calle de su barrio,
buscó en sus bolsillos unas pocas monedas para el colectivo y se sorprendió al
ver que tenía justo para pagar un pasaje.
La
economía doméstica de su hogar no alcanzaba para más. Eran escasos los recursos
con los que contaba su familia y estos acentuaban su condición con el paso de
los días. La economía doméstica de Tiziano no era diferente de la millones de
personas en el planeta cuya mano de obra se ha transformado en un excedente
para el sistema global. Paulatina y progresivamente el trabajo del hombre es
sustituido por la tecnología. Las máquinas no sienten pero los humanos nos
conmovemos si vemos a nuestros seres queridos con necesidades. Esa era la
situación de Tiziano, desempleado y sin experiencia.
Se
fijó en su mochila, sacó uno de los tantos diarios que guardaba en ella,
observó una vez más los clasificados de trabajos que había encerrado en unos
círculos y los que ya había tachado.
Nunca
había sido tan difícil para un chico de veinticinco años conseguir trabajo. Lo
que sí era difícil era que le dieran oportunidad de tener un buen trabajo a un
joven con escasa experiencia y con solo unos pocos años de escuela. Él, apenas
había terminado el cuarto año de la secundaria, y no tenía experiencia en otros
trabajos.
A
pesar de eso Tiziano, siguió su camino hacia la parada del colectivo. Cuando le
faltaban tan solo unos pocos metros de llegar, pudo ver que se acercaba el
micro, apresuró sus pasos y logró subir.
Echó,
una por una, las monedas y se sentó. Conectó sus auriculares, y se dispuso a
observar el frío y gris paisaje que le ofrecía el recorrido.
Al
llegar a destino, decidió ir por uno de los trabajos que había marcado en el
diario, encerrando en círculos de color rojo con un fibrón. Se trataba de un
simple puesto de repartidor, en una pequeña rotisería. Nada complicado como
para necesitar experiencia, pensó.
Entró
confiado de que conseguiría el trabajo, pero su ilusión se desmoronó, cuando el
hombre, que se encontraba detrás del mostrador, le comunicó que el puesto ya
había sido tomado.
Con
menos ganas, Tiziano, continuó su camino. El tiempo pasó, se hizo la hora del
almuerzo, pero como sabía que en su casa no habría nada para comer, optó por
quedarse caminando por allí.
Así
se pasó la tarde. Ya estaba cansado y la búsqueda de trabajo no había dado
buenos resultados. Como ya no tenía monedas para el pasaje, tuvo que volver a
su casa caminando.
Mientras
iba de regreso, pasó cerca de la casa de un amigo y decidió ir a saludarlo para
distraerse de esos pensamientos que tanto lo preocupaban. Comenzaron a charlar
y Tiziano le contó su situación, y la necesidad que tenía que conseguir un
trabajo.
Cuando
su amigo escuchó el relato y notó su desesperación, se acordó y le comentó
algo: hacía poco tiempo, un tío de él, había comenzado a trabajar en una
distribuidora de frutas y verduras y, por la gran demanda que presentaban,
necesitaban más personal.
Tiziano
se alegró al escuchar eso, y no dudó en pedirle a su amigo que lo ayudara a
conseguir ese trabajo. El muchacho habló con su tío, y acordaron que el día
siguiente iría a presentarse.
Nuestra economía regional aún demanda mano de
obra no robotizada para muchas tareas. Afortunadamente muchos jóvenes como
Tiziano podrán conseguir trabajo en el ramo de la frutihorticultura si es que
este sector de la economía no deja de contar con el apoyo de las autoridades
estatales. Es muy importante el desarrollo de los emprendimientos y el apoyo a
las empresas dedicadas a actividades con ventajas comparativas tales como las
que desarrolla el nuevo patrón de Tiziano.
Finalmente
llegó el día, se presentó, el jefe de la distribuidora, conforme con su
disposición, lo aceptó y le pidió empezar lo antes posible, ya que lo
necesitaban. Gracias a ese trabajo, Tiziano, pudo cumplir con sus
responsabilidades.
Valoró lo importante que era el empleo en la
vida de un joven de su edad, y comprendió que siempre había una salida
disponible en los momentos críticos de la existencia.
Natalia Aracena - Escuela Normal Tomás Godoy Cruz - 5º4º - 2012 © all rights reserved
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